Para algunos especialistas, el vigilantismo digital es peligroso y atenta contra garantías individuales como el derecho a la privacidad o incluso contra derechos humanos

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Daniel Nava Cortés

El vigilantismo digital es una práctica retaliativa en la que uno o más internautas recurren a dispositivos móviles, páginas de internet o aplicaciones digitales para prevenir y castigar delitos por vías alternas a la justicia formal. En décadas recientes, antropólogos y sociólogos han comenzado a estudiar este tipo de acción social examinando páginas de internet, comunidades digitales y eventos virales capaces de ejercer represalias en contra de personas acusadas de infringir la ley o el orden. Aunque estos investigadores aún no determinan las causas del vigilantismo digital, sus hallazgos son prometedores y permiten clarificar problemas relevantes en torno al acoso, la vigilancia y la llamada “cultura de la cancelación” en la era digital. 

De entrada, los especialistas en el tema señalan que el vigilantismo digital puede adoptar lógicas punitivas y orientarse hacia la aplicación de castigos extraoficiales como la vergüenza pública, el doxing o el hostigamiento colectivo. En diferentes países del mundo, internautas comunes y corrientes suelen tomar fotografías o videos de conductas delictivas en su entorno y divulgar imágenes de sospechosos por medio de plataformas digitales. El acoso sexual, el fraude o el maltrato animal son algunos de los delitos que suelen propiciar acciones de vigilantismo más organizadas, existen sitios web como 419eater.com dedicados a rastrear y humillar públicamente a supuestos extorsionadores, así como páginas de Facebook enfocados en la difusión de denuncias públicas sobre violencia de género. Así mismo, es común que usuarios de plataformas digitales avergüencen públicamente a quienes cometen ofensas como la indecencia y el mal gusto, viralizando imágenes de sus rostros y comportamientos. 

Al respecto, los videos virales de Lords y Ladies ofrecen un ejemplo digno de mención. En la última década, internautas mexicanos han practicado este tipo de vigilantismo digital produciendo y difundiendo masivamente videos de personas acusadas de utilizar lenguaje clasista o incurrir en conductas prepotentes. Mes con mes algún internauta coloca la imagen de un nuevo Lord o Lady en el salón de la infamia, le asigna uno o más apodos, hace memes virales con sus caras o expresiones e incluso puede llegar a rastrear y difundir información personal como sus ocupaciones y domicilios. Durante la pandemia de COVID-19, por ejemplo, algunos internautas lograron obtener y difundir información del lugar de trabajo de una mujer apodada como Lady 3 pesos, desencadenando así una campaña de acoso multitudinario en su contra y propiciando su eventual despido. Un caso muy similar ocurrió con el video de Lord es mi cuerpo, apodo que algunos internautas pusieron a un conductor de Uber acusado de infringir normas sanitarias durante la pandemia. 

De acuerdo con los expertos, estos casos de humillación colectiva demuestran que muchos usuarios de plataformas digitales están dispuestos a participar en pequeñas tareas de control y castigo de transgresiones sociales en general, no solo de conductas delictivas. Por sí solas, las acciones individuales que producen este tipo de vigilantismo parecen insignificantes e inofensivas; los internautas simplemente capturan fotos con sus teléfonos celulares, reaccionan o comentan videos y divulgan publicaciones virales con sus amigos y seguidores, pero una vez ensambladas en una red donde participan cientos, miles o millones de usuarios, estas acciones pueden destruir reputaciones y, por lo tanto, atentar contra el bienestar social y económico de los inculpados. 

Para algunos especialistas, el vigilantismo digital es peligroso y atenta contra garantías individuales como el derecho a la privacidad o incluso contra derechos humanos como el acceso a una vida libre de violencia y acoso. Muchos argumentan que la humillación pública por medios digitales fomenta el punitivismo, la difusión de noticias falsas y somete a la sociedad en general a un régimen de vigilancia totalitario en el cual el monitoreo del Estado y grandes corporaciones es complementado por el monitoreo que la población ejerce sobre sí misma. 

En contraste, algunos investigadores señalan que el vigilantismo digital puede abrir camino a nuevas formas de activismo y participación política. Desde el punto de vista de estos investigadores, los internautas pueden enfrentar problemas colectivos como la corrupción, la violencia de género y la difusión de discursos de odio utilizando redes sociales para reprender a quienes incurren en estos actos. Estudios sobre colectivos de hackers como Anonymous señalan que agrupaciones de internautas pueden utilizar prácticas de vigilantismo digital para exhibir públicamente a gobiernos y organizaciones que incurren en abusos de poder. En consonancia, investigaciones en movimientos sociales señalan que activistas de Black Lives Matter buscan justicia por medios digitales viralizando videos sobre casos de violencia policial y realizando protestas mediáticas en contra del racismo en la sociedad estadounidense. Por último cabe mencionar que estudios sobre la expansión del movimiento MeToo en México argumentan que activistas y militantes del movimiento feminista han creado nuevos dispositivos de rendición de cuentas como el escrache por medios digitales para alzar la voz en contra de agresores sexuales. 

En suma, esta línea de investigación apunta a que los internautas involucrados en tareas de control de delitos y ofensas no necesariamente pretenden castigar ofensores particulares sino que también buscan expresar repudio colectivo en contra de problemas sociales que afectan a diferentes sectores de la población en conjunto. Aunque sabemos que algunos practican el vigilantismo digital con arreglo a fines utilitarios o revanchas personales, también sabemos que muchos buscan justicia para las víctimas de diversos agravios y visibilizar problemas sociales urgentes como la inseguridad o la corrupción. Incluso la vergüenza pública puede transformarse en una acción de protesta si los internautas ponen en la mira del escrutinio público a políticos, policías o figuras de autoridad que incurren en conductas delictivas. 

En virtud de lo anterior, los especialistas sostienen que el vigilantismo digital no tiene blancos predeterminados ni afiliación política estable. Actualmente es posible encontrar tanto movimientos de extrema izquierda como de extrema derecha utilizando repertorios idénticos de prevención y castigo extraoficial de presuntos ofensores. Los blancos de dichas acciones pueden ser personas particulares pero también grandes empresas, organizaciones o agencias gubernamentales. Vale la pena, por lo tanto, investigar más sobre estas acciones retaliativas sin caer en prejuicios o sesgos que nos impidan reconocer sus distintas lógicas; debemos preguntarnos cómo los internautas perciben y describen el riesgo, qué técnicas utilizan para enfrentarlo y cuáles son las consecuencias de sus actos. Solo así podremos ir más allá de visiones maniqueas que tienden a permear el debate en torno a los peligros del uso de medios digitales.  

daniel.nava@colmex.mx