Obra de Evandro Schiavone

Melisa Munguía

Vivimos rodeados de productos culturales: libros, revistas, música, pinturas, telenovelas, videojuegos… Representaciones de nuestra realidad que, de una manera u otra, forman quiénes somos; y, visto desde el otro lado, que nosotros mismos formamos. Difícilmente pensaríamos que los mitos se esconden en estos productos, incluso podríamos relegar al mito como algo que se desmiente a través de la pantalla. No es coincidencia que exista un programa llamado Mythbusters o que, con frecuencia, nos encontremos con el dilema mito/realidad en distintas plataformas virtuales. Pero, contrario a lo que nos dicen los medios, un mito no es una creencia falsa que puede ser comprobada o desmentida. El mito es más que eso: es una verdad que da respuesta a preguntas que no la tienen. Se trata de una forma magnífica de representar los imaginarios individuales y, por consiguiente, sociales. 

El mito se presenta, de manera general, como un relato que explica la respuesta a cuestiones como ¿de dónde venimos?, ¿cómo se va a acabar todo lo que conocemos?, o, simplemente, por qué es ingenuo ir en contra de la voluntad de los dioses. Las preguntas ─que comúnmente denominamos primitivas─ no suelen ir más allá de lo que conocemos. Buscamos, por ejemplo, una explicación para la confusión que generan los pensamientos, la sociedad, el otro. Queremos comprender por qué afuera no es igual que adentro, por qué lo desconocido es tan terrorífico. Es humano preguntarse quiénes somos, ya sea dentro de una cueva hace miles de años, al lado de un río, frente al mar o frente al espejo.

Los mitos pueden ser cosmogónicos, explicar la creación del mundo, de los humanos; o apocalípticos, haciendo referencia a la destrucción de éstos. Algunos ejemplos son Adán y Eva; el Chilam Balam, de los mayas; el Mahabharata o los Upanishads del hinduísmo; los altos espíritus del Kojiki japonés;los dos leños antropomorfizados por los hijos de Bor; y el Ragnarök, de los nórdicos. Pero también hay mitos heróicos, literarios, culturales; y hay tanta mitología como culturas.

La importancia de la mitología radica en otra de sus funciones: representar el imaginario individual y colectivo ─nunca uno sin el otro y tampoco con un orden establecido─. Pero ¿qué es el imaginario? El imaginario se conforma por las ideas y creencias que el ser humano aprende a lo largo de su vida al formar parte de una sociedad. Es su poder de simbolización que se vuelve tangible a través de sus comportamientos, pero, sobre todo, a través de la creación de productos culturales. Los mitos son el medio para la proyección de los sentimientos, debilidades, miedos y fortalezas, que no son únicos en el individuo, sino que comparte con seres semejantes a ély que crean una conciencia colectiva de la que nadie se escapa ─todos somos hijos de Eva─. Gilbert Durand, un académico francés que estableció las bases metodológicas para la mitocrítica, afirma que el mito

aparece como un relato (discurso mítico) que pone en escena personajes, decorados y objetos simbólicamente valorizados, segmentable en secuencias o unidades semánticas más pequeñas (mitemas), obligatoriamente investido de una creencia (al contrario que la fábula y el cuento) llamada preñanza simbólica.

Los objetos simbólicamente valorados por el ser humano no son los mismos con el paso de los años. Siempre cambiantes, la sociedad, los imaginarios y sus representaciones tienen fecha de caducidad, y de ello podemos culpar al tiempo, a los acontecimientos históricos, al deterioro o progreso del entorno, entre muchos otros factores. Eventualmente, el imaginario y sus representaciones míticas se tienen que actualizar para que nuestra aprehensión del nuevo imaginario se deslice en una transición cómoda.

Gilbert Durand, con su ensayo Las estructuras antropológicas del imaginario (1960) demostró que todas las obras culturales y la vida social se pueden entender a partir del imaginario. Podría decirse que la cohesión general de la sociedad se la debemos al imaginario. No somos los mismos después de una guerra, de una crisis económica, política; ni seremos los mismos después de esta pandemia. Estos acontecimientos son el catalizador para un nuevo imaginario, pues existe un rompimiento continuo en la forma de conocer y percibir la realidad. Pero no es unidireccional. Existe un intercambio entre la cohesión social y el imaginario, y éstos ayudan a que distingamos épocas a través de la mitología, las expresiones artísticas o cualquier experiencia sensible. Conocemos a Cronos (o Saturno, según la mitología que se siga) por la pintura de Goya, así como la idea de Cronos podría remitirnos a Goya.

Estudios sobre el imaginario

Los estudios formales del mito se desarrollaron en el siglo pasado.En 1958, Claude Lévi-Strauss planteó la presencia de una estructura permanente del mito, así como su disección en unidades llamadas mitemas. Gilbert Durand, en Las estructuras antropológicas del imaginario, origina el estudio de las imágenes como entes simbólicos, o lo que se conoce como estructuralismo figurativo. Asimismo, propone la idea del análisis de todas las obras culturales, y la misma vida social, a partir de la perspectiva del imaginario como instrumento metodológico. Y estas dos obras fueron fundamentales para la publicación de Aspectos del mito (1963), de Mircea Eliade, que reconoce al mito como parte fundamental de la civilización.

 Estos textos sientan las bases para explicar la función, los componentes y los procesos de cambio en el mito. El trabajo complejo de estos y otros autores se encuentra resumido de forma magistral en Mitocrítica. Naturaleza, función, teoría y práctica, de Fátima Gutiérrez. Gutiérrez explica y explora los matices que dan origen ─según estos teóricos─ a la mitocrítica y al mitoanálisis. Refiere que el mitoanálisis favorece el descubrimiento de estructuras míticas y “ampliará el campo de la mitocrítica, ya que su finalidad es la de descubrir cuáles son los mitos patentes o latentes que atraviesan, ‘trabajan’, o sustentan un determinado momento cultural”. Además de abordar la teoría de una manera simplificada, la acompaña con ejemplos que materializan el estudio.  

Y a todo esto ¿qué estudia la mitocrítica?

La mitocrítica mira, desde fuera, casi con ojos ajenos, los productos culturales de cada época para observar las obsesiones, ideas y preguntas latentes que representan los mitos que rigen un tiempo determinado. Es una forma valiosa de conocer las motivaciones de la sociedad; actualmente, resulta interesante el análisis en una época gobernada por imágenes en todas sus representaciones. 

No es sorprendente, entonces, que los mitos cambien, y tampoco es novedad que se retomen para transformarse y reescribirse. El mito es parte inseparable de la sociedad. Por medio de él, poblaciones enteras fijan su verdad y, con ella, una forma de vida. Como ente responsable de formar imaginarios, propicia una relación bidireccional: el hombre crea al mito tanto como el mito crea al hombre. Y esta relación, junto con sus cambios, sujetos al paso del tiempo, es lo que estudia la mitocrítica.

leslie.munguia@alumnos.udg.mx